Luego de varias décadas de combinaciones musicales, líricas y culturales, ya en las dos últimas décadas del siglo XIX, el tango había dejado atrás las formas iniciales del tango antiguo (milonga campera evolucionada con toques de habanera, candombe, tango andaluz y zarzuela), y adoptaba cada vez más una definida forma original, con identidad propia, ingresando a la etapa que se conoce como la Guardia Vieja. Para reflejar esa originalidad empezó a ser definido por los propios músicos como «tango criollo».
Coincidentemente, en la última década del siglo XIX comienzan a aparecer las partituras de tangos. En 1898 se imprime el primer tango con autor registrado, «El entrerriano», del afroporteño Rosendo Mendizábal, considerado por muchos estudiosos como el primer tango propiamente dicho. Un año antes, en 1897, se había designado por primera vez al nuevo género como «tango», en la zarzuela Justicia Criolla de Ezequiel Soria.En 1899 el violinista Ernesto Ponzio compone «Don Juan» y en 1903 Ángel Villoldo compone «El choclo». El escritor José Portogalo relata un diálogo entre el payador Gabino Ezeiza y Ponzio en aquel momento inicial del tango:
Para entonces las ciudades puerto de Buenos Aires y Montevideo son romerías en las que pululan cientos de miles de trabajadores inmigrantes procedentes de las más diversas naciones y hablantes de los más diversos idiomas, mayoritariamente varones, que entablan relaciones con las poblaciones locales provenientes de la colonización española, con múltiples orígenes y mestizajes indígenas y africanos, en el que jugaron un papel crucial las mujeres. Montevideo, que tuvo su pico inmigratorio antes que Buenos Aires, pasó de 100 000 habitantes en 1865 a 300 000 habitantes en 1908. Buenos Aires, por su parte dejará de ser «la gran aldea» de 1870, con una población que no llegaba a 200 000 personas, para ubicarse entre las ciudades más grandes del mundo en 1914, con más de 1 500 000 habitantes.
En aquel momento único de interacción multiétnica y multicultural, casi sin paralelo en el mundo, aparece el tango rioplatense, entre mediados de la década de 1890 y fines de la década de 1910. El tango se independiza de la milonga y adquiere una definida personalidad propia. Tangos como «El entrerriano» y «Don Juan», que fijaron la estructura de tres partes que caracterizó a los tangos de entonces, compositores como Ángel Villoldo, autor de «El choclo» y «La morocha», con un estilo definido en sus canciones que por primera vez llevan letra orquestas «típicas» como las de Vicente Greco y Juan Maglio (Pacho), y el ingreso del bandoneón alemán, al final de la etapa, definen con claridad el nacimiento del tango propiamente dicho.
El tango iba llegando a públicos más amplios ingresando a los espectáculos teatrales, cafés, carpas, circos, salones de baile y cabarés. Siguiendo esa evolución, el tango canyengue original se fue transformando para «adecentarlo», suavizando o eliminando directamente los cortes y quebradas, y comienza a bailarse en la calle y en los patios de los conventillos, hasta que en los años 1920, ya sin la mácula de danza prohibida, comenzara a dominar el llamado tango de salón, también conocido como tango de pista o tango liso.
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